viernes, 25 de mayo de 2007

Mi Maestro Espiritual

Mataji Murti Gayatri Devi Dasi
Es muy difícil para una mente pequeña, que habita un cuerpo pequeño, en medio de un mundo pequeño, describir con palabras exactas la grandeza, la sabiduría, el Amor mayúsculo.
Es imposible dejar de remitirme a mi propia experiencia, que siguió felizmente este tránsito, pasando por diferentes etapas, muchas de ellas críticas, pero siempre apuntando a la evolución, meta primordial que tengo y prosigo bajo la guía de mi maestro espiritual.
Para ser un maestro espiritual, no basta con sentarse sobre una roca y predicar acerca del amor y el espíritu. Ser un maestro espiritual es mucho más que eso: es ser uno de nosotros entre nosotros y al mismo tiempo preexistirnos, habitarnos, permanecer por arriba, por debajo, por nuestros costados, por dentro nuestro. Es venir a nosotros en el momento preciso, con la palabra exacta, ofreciéndonos otra alternativa, otra senda. El sendero correcto.Quizá la mayoría de las personas que lean / escuchen esto, tengan más o menos el concepto de la palabra "gurú" en el sentido de "maestro espiritual". De todos modos, es bueno ir por partes: "Gu" significa "oscuridad" y "ru" significa "luz". Por lo tanto, un maestro espiritual, un "gurú" es aquel que nos conduce de la oscuridad a la luz, con todo lo que ello implica (principalmente una ardua tarea).
Pues bien. Heme aquí entonces, dispuesta a hablarles sobre un gurú, un auténtico gurú, de quien tengo la enorme bendición de ser su discípula.
En primer término, han de saber que mi maestro espiritual llegó a mi vida como un ser humano común y corriente. Sinceramente, jamás habría imaginado que ese hombre parado delante mío fuese a jugar un papel tan importante en mi formación (en todo sentido).
Creyendo yo saber absolutamente todo, creyéndome convencida de todo, plantada allí, en mis 22 años, como una pared impenetrable, como una roca; así me hallaba yo, cuando ese hombre con ropa común, nombre común y aspecto común apareció delante mío. Y a decir verdad, seguí impertérrita por un tiempo, hasta que sucedió lo que estaba escrito: mi barrera infranqueable sucumbió ante aquel hombre común y allí supe inmediatamente dos cosas; primera, que evidentemente ese hombre no tenía nada de común como yo pensaba, y segunda, que algo muy importante me traía.
Desde allí en adelante, un camino fue abierto ante mi: el camino que conduce a "la Divinidad", el cual emprendí jubilosa, bajo la guía del maestro espiritual.
Muchas fueron las vivencias desde entonces. Torrentes de emociones de todo tipo. Momentos de alegría inconmensurable, asombro por cada novedad que traía a mi vida, dolor y lágrimas que hoy agradezco por haber fomentado mi crecimiento y maduración, interminables charlas acerca de Dios, de las cualidades humanas (las buenas y las malas), siempre inculcándome el Dharma, la acción correcta, en todo lo que decidiese emprender en mi vida.
La experiencia más sublime que tuve fue también de la mano de mi maestro espiritual, y fue conocer a Dios. Cual si me presentase a un amigo, un día me dijo: "Este es Dios", ante una fotografía que todavía conservo. Mayúscula fue mi sorpresa cuando me descubrí orándo en otro idioma. Máxime cuando hasta ese momento, mi relación con Dios había sido casi nula, de desconocimiento, de extrañeza. Sin embargo, nunca me cuestioné demasiado (como otrora hubiese sido mi costumbre) el por qué de seguir instrucciones con respecto a una práctica desconocida, de una cultura ajena. Es más: jamás había seguido un consejo.
Pero allí está el significado que intento transmitirles: aún posicionada en mi inamovible lugar, operó a través de un hombre que me orientó hacia donde debía mirar.No tendría objeto detallar cada una de mis experiencias con mi maestro, puesto que son vivencias personales que no serían relevantes en este foro. Sin embargo, he de echar mano a algunos puntos ilustrativos de la misma.
Diré entonces que, en una oportunidad, caminábamos entre una gran variedad de especies vegetales y repentinamente hizo alusión a una de ellas; me señaló un enorme arbusto con frutos de un aspecto extraño, nada agradable por cierto, y me dijo: "Esos frutos se llaman 'sabras', y yo soy como ellos: áspero por fuera pero muy dulce por dentro". En ese momento me resultó difícil conceptualizar la comparación, pero luego de un tiempo me di cuenta de la verdad que encerraba. Mi maestro espiritual ha sido muy duro conmigo, de él he recibido las más grandes reprimendas y las palabras más ásperas cuando hacía algo incorrectamente o me apartaba de sus enseñanzas o indicaciones. Pero es la persona más noble y dulce de corazón que he conocido, y por sobre todas las cosas, siempre permanece junto a sus discípulos, y siempre está dispuesto a encausarnos por el sendero correcto.
Suena extraño que de un maestro espiritual emanen reprimendas y palabras ásperas. Es así que muchas veces, ante éstas, creí estar al borde del abismo y pensé, muy asustada, que ese era el final de mi vida junto al maestro. Pero allí estaba él, con su corazón bondadoso, conteniéndome siempre, y enseñándome que no se debe llorar (como yo hacía a menudo cuando me encontraba en esa situación), y que las lágrimas eran un gran desperdicio de sales, y que sólo se debe llorar por la alegría que nos produce Dios. Y puedo asegurarles que nadie más que Dios y mi maestro saben cuánto he llorado en silencio, aún sin derramar lágrimas...
en todas las oportunidades que me tocó sufrir los embates del crecimiento (momentos duros y difíciles en los que la sensación de desasosiego primaba en mi corazón), mi maestro estuvo siempre junto a mi; más aún, dentro mío, aliviando mi dolor y secando mis lágrimas.
Siempre quise saber acerca de las encarnaciones pasadas, qué era esa extraña ley del karma (causa y efecto) que hacía que estuviésemos aquí, viviendo de esta manera; quiénes hemos sido en vidas anteriores, qué pasará en las próximas, qué lazo nos une en esta. Las pocas veces que le pregunté al respecto, sólo guardó silencio o me dijo muy poco acerca de ello. Y una vez, finalmente me dijo que no importa el pasado o el futuro tanto como el presente; no importa quiénes fuimos o quiénes seremos: debemos interesarnos por progresar en esta vida, en este instante, por evolucionar, por acercarnos cada vez más a ser así, todas las veces que vengamos a este mundo serán por una buena causa, y siempre estaremos con Dios, trabajando enérgicamente, hasta que finalmente nos conceda "la Liberación."Realmente, y con agrado, debo decir que estoy infinitamente agradecida por haber recibido tanto de mi maestro, porque siempre me dio mucho más de todo lo que un ser humano aspira a recibir.Es imposible olvidar aquella vez que, solo con su voluntad, y por inquietud mía, me mostró el sol emergiendo de entre gruesas nubes de tormenta; o cuando cada vez que debo rendir un examen de mi carrera universitaria me pregunta: "¿Cuánto te querés sacar?", y luego me dice que mientras yo rendía, él estuvo ahí conmigo, en todo momento.
Mi maestro fue quien me enseñó acerca de la fe, de la cual yo descreía, o más bien ignoraba. Me enseñó a rezar, me enseñó que amar es dar, dar y dar sin pedir nada a cambio. Y es por eso que puedo decir, con júbilo, que yo amo a mi maestro: porque hoy por hoy sólo quiero darle, sin pedirle nada más de lo que me da, y sobre todo darle a Dios que es quien, en definitiva, lo ha enviado a mi vida.
De niña, mi madre me enseñó a rezar todas las noches la oración del Ángel de la Guarda, y nunca supe quién era ese ángel. Hoy esa entidad celestial ha cobrado vida para mí; tiene un nombre y una forma. Mi Ángel de la Guarda" la Guarda es mi maestro espiritual: aquel que custodia mi sueño, que me cuida mientras trabajo, que me acompaña cuando estudio, que nunca me deja sola.
Tantas cosas le debo... Con orgullo puedo decir que estoy a punto de ser una profesional gracias a mi maestro espiritual. ¿Por qué? Porque fue la primera persona en mi vida que me hizo notar las cosas que yo podía hacer por mí misma, porque me enseñó a tenerme fe, a luchar por lo que quiero, a ser alguien en la vida, que debe estar dedicada al servicio a Dios. En otras palabras, lo mismo que me inculcaron mis padres, sólo que él, por esas cosas de Dios, supo llegar por otro lado con notables efectos.
Nuevamente viene a mí aquel día de noviembre o diciembre en que me preguntó qué hacía que no estudiaba ninguna carrera, que yo era muy inteligente y estaba desperdiciando mi tiempo. Me dio un plazo de una semana para que buscara una universidad que me quedara cómoda, una carrera que me gustase y un día para ir a inscribirme. Cuando fui a realizar ese trámite, él me acompañó, y me dijo que estaba muy orgulloso de mí. Hoy digo con mucha alegría y orgullo que soy Licenciada en Psicología, que sigo sus pasos y que esto también es gracia a él.
Dos de mis viajes a India fueron junto a mi maestro espiritual: fue él quien comenzó diciéndome un día de noviembre: "¿Vamos a India?". Yo nunca había ido sin mi familia a ningún lado, menos aún haciendo un viaje tan largo. Ya me imaginaba el espanto que causaría eso en mi casa... De todos modos, yo le decía que sí, pensando hacia mi fuero íntimo qué clase de locura sería esa de ir a la India. ¡Yo a India! Y así fue pasando el tiempo. Seis meses y medio con exactitud, hasta que, casi sin poder creerlo, nos embarcamos en un avión y cruzamos el mundo. Siempre de la mano de mi maestro, que fue el que me guió, el que me acompañó, el que estuvo, está y estará siempre en mí.
Al principio decía que un maestro espiritual no es solamente aquel que puede sentarse a predicar sobre el amor y la espiritualidad congregando gente a su alrededor, sino que es mucho más que eso. Mi maestro espiritual está allí donde hay necesidad, donde hay hambre, frío, tristeza, dolor, desesperación. Y no solamente dando palabras de consuelo, sino llevando lo que se necesite para paliar la necesidad de turno. Aunque le falte a él mismo para llevarse a la boca, él dice: "Yo no debo dejar que los míos pasen necesidades". Y puedo asegurarles que "los suyos" son montones de personas: ancianos, niños, jóvenes, hombres y mujeres que pasan por situaciones difíciles y que, gracias a Dios y al maestro, pueden salir de ellas. Y nunca espera nada a cambio... Eso es Amor. Amor con mayúsculas. Amor del grande. Dondequiera que vaya, allí va conmigo. Cualquier cosa que haga, él está allí. Mi maestro me conoce como nadie. No necesita preguntarme qué me pasa, porque está dentro mío y lo siente como yo. De todas las personas con las que hablo, él se distingue porque con él nunca discuto: con él aprendo.
Desde otra de mis experiencias, mi maestro es quien para cada ocasión me da instrucciones precisas a seguir. Es así que, durante un período de mi vida bastante difícil, en donde sólo había tristeza y angustia, allí estuvo él con indicaciones sobre sadhana (trabajo espiritual) específica que debía realizar. En el tiempo estipulado por él, mi tristeza había desaparecido.
Con esto, quisiera hacer una aclaración, ya que mucha gente tiende a confundirse: aquí la magia no opera. Así como mi maestro no es un adivino, tampoco es un mago. Las transformaciones que operan en cada persona son independientes de cualquier truco. En este caso, mi maestro siempre busca lo mejor para sus discípulos. Es así que, como buen Ángel de la Guarda">la Guarda, vela por el bienestar de sus amados, tratando de aliviar los dolores y las penas. Y su única arma es la Gracia de Dios. Él es capaz de ayunar días y hasta meses por el alivio de alguien que sufre. Él se saca el alimento de su propia boca para dárselo a quien lo necesite. Y en esos casos no opera la magia.
Este comentario sobre las religiones me trae a la memoria aquella vez que me inició en el canto del Gayatri, en un bello y sencillo ritual en el que repetimos juntos ante un altar la vibración más poderosa del universo.
Gracias a él, puedo decir que he conocido acerca de diversas religiones. Y su propósito sólo fue uno: enseñarme que hay un solo Dios, hacia donde todas las religiones convergen, y que aquellos que rezan en otro idioma o que pertenecen a otras culturas, son hermanos nuestros que llegan a Dios por otros caminos tan válidos y hermosos como el nuestro.
Él tiene la receta exacta para cada ocasión: el tiempo justo para aprender, para amar, para divertirse, para trabajar. Y siempre dice lo mismo: "Cinco minutos, sólo cinco minutos a la mañana y cinco minutos a la noche para estar con Dios, para hablar con Él. Y si durante el día también pudieses hacerlo, mejor aún".
Él sabe acerca de todos los temas. Él parece el más superior entre todos. Sin embargo, ante Dios, es como un niño: emocionado, con su mirada y su corazón repletos de Amor por Él. Para muchos, no hay nadie más grande que mi maestro espiritual. Para él, no hay nadie más grande que Dios.
Siempre recuerdo cuáles son sus más altas aspiraciones: poder transmitir las enseñanzas divinas a aquel que las necesite, ayudar a los pobres económicamente, espiritualmente, y también ayudar a los pobres de espíritu para que encaminen sus vidas hacia buenos rumbos.
Su sentido por la justicia y la verdad hacen de mi maestro espiritual un hombre entero, luchador, buscador incesante de todos los medios y recursos para que nadie esté desamparado en ningún aspecto. Cualquier cosa que sea necesaria proporcionar, allí estará él, tratando de conseguirla.
Puedo decir orgullosa que he leído los escritos que mi maestro ha desarrollado sobre diversos temas espirituales. Allí se ven fácilmente la gran sabiduría y el enorme conocimiento que despliega. Profundas y exhaustivas investigaciones acerca del Gayatri Mantra, de las fundamentaciones de las oraciones místicas, de Kabalah, de sadhana, de Dios en sus distintas formas, etc. Todos sus conocimientos e investigaciones tienen un solo fin: transmitirlos a sus discípulos para, de esa manera, propagar cada vez más el sentido que la humanidad debe tomar acerca de la Divinidad, de aquel Uno sin segundo, del Paramatman (Alma Divina), o como quiera llamárselo.
Es así que mi maestro es el hombre más rico que he conocido, porque tiene el conocimiento más puro acerca de Dios, tesoro invaluable.
Él me ha enseñado también acerca de los tiempos de cada persona. Esto surgió a raíz de no entender yo muy bien por qué hay gente que cree en Dios, otra que no cree, otra que nunca creyó y de pronto comienza a creer, y otra que parece que no creerá jamás. Él sólo me dijo que Dios tiene sus tiempos para llegar a cada uno. Obviamente, cuanto más temprano, mejor. Pero, aunque no lo parezca, Dios inexorablemente llegará a todas las almas. En esta vida o en las próximas. Como él me enseñó, Dios es Omnipotente, todo lo puede; es Omnipresente, está en todos lados; es Omnisapiente, todo lo sabe. Felizmente, es imposible escapar a Él.
Tengo tanto que agradecerle... Un matrimonio brillante con un hombre de fe, el cual mi Maestro unió con plegarias en una ceremonia muy bella, una hija maravillosa llamada Luna Gayatri, de quien es también su Angel de la Guarda... Un empleo siempre bueno, cuando la situación no es a veces la ideal para conseguirlo... Una familia sana... pero por sobre todas las cosas: LE DEBO MI VIDA ESPIRITUAL. Sin mi Maestro adorado, hoy yo sólo sería una persona más, "participando de la vida". Hoy, y después de más de 10 años de caminar de su mano, tengo grandes propósitos, ideales, fe, y fundamentalmente un Alma que conoció el Amor Puro y Eterno de la Divinidad.

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